Han pasado ya casi tres años y aquí estoy intentando aún
descubrir por qué y cómo aprender del pasado.
Bueno, realmente esto no es así. No quiero saber por qué,
porque qué más da, ya no tiene arreglo y tampoco necesito aprender del pasado
puesto que no creo que haya hecho nada que me pueda enseñar a seguir.
Lo que pasa es que los hijos se van haciendo mayores y ese
papel de madre 24 horas ya no es necesario. Tengo más tiempo que nunca y si
tengo que aprender algo es saber “cómo ocuparlo”.
Lo pongo ente comillas porque parece que hay que ocuparlo
con cosas útiles, de las que aprender, vaya. Por ejemplo, ver esos magníficos
documentales de la 2 que tanto nos enseñan, ver las noticias de la tele, estar
al día de la actualidad nacional e internacional, leer y sacar el jugo de las
libros y no solo entretenerme con ellos.
ESTO ES UN ESTRÉS.
Así es como parece que tienen que ser las cosas por un lado.
Por el otro, el típico, es volver a encontrar pareja para
rehacer la vida, porque si no siempre pensará todo el mundo (a no ser que seas
una mujer superinformada, profesional y culta) que te falta la otra parte.
Y digo yo, es verdad. Por mucho que la elocuencia que dan
los informativos, las opiniones copiadas, la profesionalidad en el trabajo, la
madre implicada...en fin todo eso, si mi propia opinión de mi es que no estoy
completa, que necesito a un tío para poder ser alguien y presentarme
públicamente arropada y segura, pues tengo un gran problema.
Eso es lo que pasa cuando no me he preparado para el
fracaso, cuando he pensado que sería feliz y comería perdiz (reconozco que
nunca he comido perdices, así que no tengo ni idea entonces de qué es la
felicidad).
Pues en esas estamos (vaya estoy), averiguando o inventando
o imaginando o yo que sé, qué demonios hacer para que esa “dependencia” que
creo que tengo no me impida ver realmente lo importante.
Vaya rollo que he largado. Esto no es lo que había planeado
escribir, pero bueno, es lo que ha salido y así se queda.
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