jueves, 16 de octubre de 2014

Un beso con lengua

Hoy resulta que mi ex cuando se iba de casa (porque cuando estoy trabajando le dejo que se quede en mi casa para no tener que andar con los niños de aquí para allá – eso merece otra explicación, pero así es) pues me ha dado un beso con lengua. No el típico piquito si no con lengua lo que da lugar a muchas elucubraciones por mi parte, claro (las suyas no las sé aunque pueda intuirlas).
El caso es que, como supongo le pasa a muchas otras parejas, y me consta, después de haber roto, siguen, de vez en cuando acostándose (yo al menos sé de una aparte de mi).
En mi caso, esto ha pasado desde el principio aún sabiendo que él estaba con otra mujer. Esto significa que antes él me ponía los cuernos a mi y ahora se los pone a su novia, pareja , mujer o lo que sea que se le quiera llamar o la llame cuando la presente a los amigos).
Reconozco que al principio era un deseo ferviente, como una droga, como, aún sabiendo la humillación, permitir que él me siguiera disfrutando (y yo a él).
Esto, primero fue bastante desconcertante para él puesto que fui yo la que dio  el paso, y no se negó. Poco a poco ya se ha convertido más que en un impulso del momento en una reflexión meditada, no porque no sea impulsivo si no porque he llegado a la conclusión de que polvo que no eches, polvo que se queda sin disfrutar.
Podría llamarlo únicamente sexo, pero sé que no es así. Lo cierto es que follar con una persona que te conoce y conoces es más sencillo. Es una cuestión de práctica simplemente, aunque reconozco que él está bastante bien dotado.
A esto se le puede llamar proceso de auto convencimiento de que aún puede haber algo más con algo que ya está roto, o bien de que se puede reinventar una relación (si se le puede llamar así), o tal vez que sigo enganchada como una drogadicta al placer a sabiendas de que no me permite, quizá, establecer otras relaciones, o a lo mejor, que no voy a dejar para después lo que me apetece hacer hoy.
Tengo 44 años y hace casi tres que me separé. Hay muchas cosas que se van dejando sin hacer para cuando tengamos tiempo y resulta que para cuando tengamos tiempo ya no tenemos ganas o, lo que es peor, el tiempo se nos ha agotado.
Así que la cuestión es que no me voy a plantear si está bien o mal, si me hace bien o mal o si debería o no debería. Las cosas son más simples. Voy a hacer lo que el cuerpo me pida. Si me pide echar un polvo con mi ex pues lo voy a hacer y no me voy a cuestionar nada más porque no quiero hacerlo.